El nueve nadie se mueve tocó las fibras más profundas de mi alma, observar que mujeres ponían en sus estados las fechas de su desaparición, me contrajo el corazón, reafirmar y fortalecer esa verdad me hizo recordar que un día puedes salir a la calle, dejar a tus hijos en la escuela y tal vez nunca regresar llega a erizar lo más profundo de mis sentidos y más aún que las jóvenes lo pongan como una certeza, aún más me conmueve.
Soy una superviviente de la violencia social y de este sistema fallido en donde las mujeres, niñas, hombres y niños nos vemos los unos a los otros como mercancías sujetas de cambio, mercancías a la hora de vendernos para obtener un trabajo, mercancías a la hora de generar relaciones sociales basadas en lo que me puede o no dar mi pareja, mercancías a la hora de firmar contratos de toda índole.
UN DIA SIN MUJERES EN CDMX
Y entonces me pregunto en dónde queda nuestra humanidad?
Cuando has sufrido la violencia en cualquiera de sus presentaciones, pareciera que ésta se convierte en un mundo aislado donde la experiencia es únicamente para el individuo que la sufre, parecería que cada quien viviera en una sociedad donde los desaparecidos, muertos, son parte de una película, lista para comentarse en una sobre mesa o a través de mensajes de whtasapp donde el suceso violento se convierte en el escarnio público y así la conversación se vuelca sobre la reafirmación del suceso violento y en la mesa comemos violencia, reforzando el ataque, así nos la pasamos señalando que a fulanito o menganito (a) lo secuestraron, mataron, violaron, y abuzaron de su humanidad, comentando como parte de nuestra realidad lo que les sucede no solo a mujeres, sino hombres, niñas y niños.
UN DÍA SIN MUJERES
Este movimiento me recuerda que la sociedad se mueve que no ..no estamos muertas estamos vivas, que no seremos más participes de una sociedad separada, ajena, que somos capaces de tender la mano y ver la humanidad en nuestro prójimo, me recuerda que yo si volví a casa y que hubo muchos atrás para que eso sucediera, que los esfuerzos en conjunto con compromiso social, transforman sociedades y vidas, que cuando miras a los ojos de tu vecino con compasión puedes ver lo que hay más allá de esos actos de violencia, que hay seres humanos que sienten, que no son mercancías, que respiran, que tiene ganas de vivir, de transformar, que cada mujer u hombre camina agarrado de la mano de otro, que la aceptación de diversas formas de vida entran en el corazón y el entendimiento de cada ser.
Hoy el estandarte femenino es el que me recuerda que todos, todos los días tomamos acciones a favor de la vida o la muerte con nuestra indiferencia o compromiso, con nuestra forma de ver la vida, con la actitud de ser un gran cuerpo unido o uno separado.
Hoy el espíritu de todas esas mujeres que trascendieron nos unieron para recordarnos que no hay imposibles y podemos transformar nuestra sociedad cuando hay unidad y reafirmar los sentimientos de compromiso, de corresponsabilidad, de fraternidad, que existe capacidad de hablar, de ser congruentes, de seguir moviendo nuestro interior para tomar fuerza y mover conciencias para decir nuestra verdad, para protegernos, para amarnos, valorizarnos, encontrarnos, para unir fuerzas y reconocer la grandeza del prójimo y lo que estamos haciendo por construir una mejor sociedad y en cada paso que damos escuchar a las mujeres que hoy hablan con su silencio y su ausencia, no dejemos que esto sea un simulacro, porque tal vez un día alguna ya no vuelva a casa, sigamos tejiendo lazos fraternos, involucrándonos en el cambio, construyendo ciudadanía, haciendo lo que nos toca, que nuestra voz no sea callada, que los espacios que ganamos los sigamos conservando y enalteciendo, que el grito de desesperación no se quede en la sordera y en la inmovilidad, que mueva nuestros sentidos y que salga de lo más profundo del corazón para seguir comprometidas, con el cambio hacia una sociedad más justa, más comprometida con el otro, una sociedad resiliente y madura.
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